El día de la marmota o “hacerse un Mañueco”

Atrapado en el tiempo

 

Xoán Hermida

Es verdad que el PP en Galicia representa un espacio social y electoral más amplio que el del PP en España. Las mayorías de Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno, aun apuntando en esa dirección, están por consolidar a nivel estructural.

En Galicia, la derecha autonomista ha sido el campamento base de la derecha española (una especie de CSU bávaro como le gustaba reafirmar a Manuel Fraga).

Es verdad, igualmente, que, aunque esa hegemonía se deba a innumerables razones que tienen que ver con la singularidad política de Galicia no es menos cierto que el PPdeG lleva años acertando y la oposición años errando.

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El valor de la ética cívica, la honestidad política y la moralidad del pensamiento

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Xoán Hermida

Fue Antonio Gramsci el primer autor en poner en cuestión la lógica clásica ‘primum vivere, deinde philosophare’. Obviamente, al hacerlo no cuestionaba la importancia que tenía cubrir las necesidades materiales como punto de partida para abordar las demás, sino que se trataba de una declaración de principios de un pensador, difícilmente encuadrable, que no quería disociar las urgencias materiales de las importancias espirituales; que interpretaba la filosofía como un elemento presente en todos los seres humanos; y en el que el papel intelectual tiene que ver con la mirada que cada individuo, en particular, y la sociedad, en general, construyen de la realidad. 

Una acción política en la que ‘todos’ somos filósofos y en la que la filosofía deja de ser un espacio reservado para personas con pensamiento elevado, para destruir, así, “el prejuicio de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de que es una actividad propia de una determinada categoría de científicos, de los filósofos profesionales o sistemáticos”.

Por eso, el concepto de la filosofía para Gramsci no es, por ser popular, una vulgarización sino todo lo contrario. La filosofía de los intelectuales, que ha dado lugar a la historia de la filosofía, “en el plano individual se puede considerar como la ‘punta’ del progreso del sentido común, por lo menos del sentido común de los estratos más cultos de la sociedad, y a través de éstos, también del sentido común popular.”   

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¿Y por qué no acabamos la tarea?

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Xoán Hermida

A ustedes nunca les ha pasado que encuentran un moratón o una herida en el cuerpo y se preguntan: “¿Qué raro, yo juraría no haberme lastimado en ningún sitio?". Lo más probable es que sea fruto de un incidente en un momento de tensión muscular o de un esfuerzo durante un ejercicio físico fuerte y que solamente cuando se enfría el músculo se notan las molestias que antes pasaron desapercibidas.

Algo parecido le ha pasado a la izquierda este 23J. En la lógica euforia porque el desastre fue menor de lo que se esperaba no va a ser consciente del moratón hasta que los días pasen y la realidad, la real no la constructiva, se imponga.

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Las elecciones no iban de sumar, sino de restar

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06/07/23.- Me impuse la obligación de no escribir ninguna crónica electoral antes de la cita del 23 de julio. Mis análisis son de sobra conocidos, para quien pudieran interesar, y cualquier análisis desde el principio de la honestidad intelectual podría "ser usado en mi contra", en el ambiente de destrucción existencial democrático que se ha instalado en España. Al inicio de la campaña electoral escribí este artículo. Lo publico sin introducir ningún cambio. Por honestidad, si me equivoco, al contrario de lo habitual que sin solución de continuidad se pasa a defender una tesis con la misma desfachatez que el día anterior se defendía la contraria, asumiré mi error perceptivo.

P.D. 24/07/23 .- El desarrollo de la campaña electoral ha variado algunos elementos previos, pero mantengo la publicación, que complementaré posteriormente, desde el convencimiento que las variaciones con ser determinantes en la posible formación del futuro gobierno, son elementos de largo alcance sobre los que conviene reflexionar.

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 Xoán Hermida

"La esperanza sin convicción es la antesala del conformismo y la derrota"

La izquierda se volvió a equivocar, y ya van unas cuantas, sobre el contexto de cambio paradigmático en que se celebraban estas elecciones, en la estructura sociológica configurativa de la actual sociedad española, y en el momento de crisis existencial, democrática y nacional, que percibe, con mayor o menor razón, la ciudadanía.

Así que lo primero que cabe decir es que si hace una década la desafección llevo a la crisis del bipartidismo, hoy la pulsión ciudadana va en el sentido contrario. La desafección sigue entre nosotros, y no solo se ha reducido, sino que se ha ampliado, y de ello, para los españoles, tienen mucha parte de responsabilidad las nuevas fuerzas políticas que venían a resolver los problemas.

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Zarismo - Leninismo

Existe una habitual tendencia a confundir democracia y liberalismo. Bien es cierto que el liberalismo y sus mecanismos son el ADN sin el que la democracia moderna no sería entendible tal como la conocemos actualmente. Pero no es menos cierto que no es hasta después de la segunda guerra mundial cuando, con el ensanchamiento de los sujetos de derecho y la normativización de los derechos civiles, se posibilitó un modelo de democracia liberal con estado social que permitió el progreso social y democrático que a la postre se convirtió en atractivo para los ciudadanos del antiguo espacio de control de la Unión Soviética y posibilito en última instancia su caída. 

Parto del principio de que afortunadamente los sistemas totalitarios que dominaron buena parte del siglo XX son propios de una época, de una estructura social, de un contexto histórico que ya no existe. Que los actuales peligros populistas extremistas para las democracias responden a lógicas diferentes a lo que en su día representaron los dos grandes totalitarismos del siglo XX. Es por ello que las cruzadas anticomunistas alentadas desde la derecha son tan ridículas como el antifascismo low cost difundido desde la izquierda. Uno y otro solo sirven para movilizar a cada parroquia y a bipolarizar, aún más si cabe, unas sociedades ya tensionadas por las sucesivas crisis que ensanchan la brecha social y agrandan la crisis de representatividad y, en última instancia, de la democracia.

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